Ópera

Yaritza Véliz: De Coquimbo al mundo | Desde la galería

Tuvo vocación artística desde niña, primero en el coro de su colegio y, más tarde, en el taller de teatro. Pero fue Diana Damrau la que verdaderamente abrió sus ojos. Vio un video de la soprano alemana cantando “Glitter and Be Gay”, de la opereta Candide de Leonard Bernstein y, en ese momento, descubrió la ópera. “Me enamoré”, afirma Yaritza Véliz con convicción. Entonces, era una adolescente de 14 años. Hoy, a los 29 años, la soprano nacida en Coquimbo es una de las cantantes chilenas de mayor proyección. En esta entrevista, la artista recuerda su infancia, repasa algunos hitos de su carrera e imagina su futuro.


Por M. Angélica Navarro O.

Cantó su primera aria de ópera en Coquimbo, a los 14 años, junto a una orquesta local que dirigía Mauricio Ibacache. Fue “Nessun Dorma”, el aria del príncipe Calaf de Turandot. “¡No sé cómo no quedé muda después de cantar eso! Es un repertorio difícil, de Puccini, ¡y para tenor!”, cuenta la soprano nacional Yaritza Véliz, riendo. Fue también Ibacache el que, de cierta forma, le abrió las puerta al mundo profesional, cuando la recomendó a la Corporación de Amigos del Municipal de Santiago. “Cuando me escucharon, Belinda James levantó la mano y dijo: ‘Yo la voy a becar’. Y ella me sigue ayudando hasta el día de hoy”.

Desde ese entonces, no ha dejado de cantar. Con el apoyo de becas nacionales e internacionales de los Amigos del Municipal y, más tarde, gracias a la beca Artista FIA de Fundación Ibáñez Atkinson, Yaritza siguió estudios de canto lírico la Universidad de Chile y, recientemente, en el Jette Parker Young Artists Programme de la Royal Opera House. Junto con ello, ha desarrollado una carrera en escenarios nacionales e internacionales, que la ha posicionado como una de las cantantes nacionales con mayor proyección en la actualidad. Sus próximos compromisos son Pamina en La flauta mágica en el Municipal de Santiago; Don Carlo (voz del cielo y Thibault) dirigido por John Eliot Gardiner con Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera de Múnich; Mimí en La bohème en el Verbier Festival y la Ópera estatal de Praga.

En esta entrevista, la artista rememora su infancia y juventud, repasa algunos hitos importantes de su carrera e imagina escenarios futuros para su vida.

¿Cómo llegó la ópera a tu vida?

Cuando estaba en el colegio, fui parte del coro, desde kinder hasta cuarto medio; nunca me perdí un año. Cantábamos repertorio coral, como el de la película Los coristas, y también canciones de Víctor Jara. Hacía algunas partes de solista; de hecho, tengo un video de cuando tenía 13 ó 14 años, cantando el Pie Jesu. También cantaba repertorio que no tenía que cantar (ríe), por ejemplo, “Nessun Dorma” [de Turandot de Puccini], que es un aria que era para tenor. Se podría decir que esa fue la primera aria de ópera que canté en mi vida. ¡No sé cómo no quedé muda después de cantar eso! Es un repertorio difícil, de Puccini, ¡y para tenor!

En la etapa básica, entré a un taller de teatro, porque me gustaba mucho y, de hecho, eso era lo que quería estudiar. Una vez, montamos una obra sobre la sequía y a mí me tocó ser el desierto, entonces yo era la mala de la obra y eso me encantaba. Entonces, cuando me di cuenta de que la ópera mezclaba lo que era teatral y el canto, me enamoré completamente de ella.

Eso fue cuando vi un video de Diana Damrau –quien es mi gran inspiración– en que canta con una orquesta y me llamó la atención que no sólo cantaba, sino que también actuaba. Entonces pensé: “Me encantaría cantar ese repertorio”. Después la vi interpretar el aria de La reina de la noche [de La flauta mágica de W.A. Mozart] y me enamoré de la ópera. Dije: “Ahí está mi pasión”.

También me acerqué a la ópera y a la música docta cuando conocí la orquesta que dirigía Mauricio Ibacache, ex cornista de la Orquesta Sinfónica de Chile, en Coquimbo. Cuando me escuchó cantar –yo tenía alrededor de 13 años– me invitó a los ensayos y funciones. Así, comencé a escuchar más música sinfónica, a conocer más los instrumentos y a estar en un ambiente musical. Esta orquesta abrió mis oídos hacia la música docta.

Después, la primera vez que vi una ópera, fue Carmen en el Teatro Municipal de Santiago. La Universidad de Chile y el Teatro tenían un convenio, gracias a eso pude ir a un ensayo. Era una producción de Emilio Sagi, donde cantaba Evelyn Ramírez como Carmen. Ahí me enamoré de la ópera.

¿En qué momento te diste cuenta de que tenías las aptitudes para hacer una carrera de solista? 

En 2014, cuando gané el concurso de Mujeres en la Música, organizado por el Capítulo Chileno del National Museum of Women in the Arts (NMWA-CHILE). En ese concurso me escuchó Andrés Rodríguez por primera vez y me invitó a las audiciones del Municipal, en las que nunca había participado. Concursé y me dieron el rol de Zaida de El turco en Italia que, si bien es un rol para mezzo-soprano, lo interpretamos dos sopranos. Eso fue mágico, porque era una producción de Emilio Sagi, el mismo director de escena de Carmen, la primera producción de ópera que vi.

Fue muy entretenido. Fui parte del elenco chileno, con Ricardo Seguel, Patricia Cifuentes y Patricio Sabaté. Ellos me dieron confianza porque fueron mis profesores en la Universidad y me apoyaron mucho. En ese momento pensé que quería ser solista y ser como ellos. Me gustó el tema de la actuación porque es una de mis cualidades: me meto mucho en el personaje.

Yaritza Véliz como Zaida en El turco en Italia. Teatro Municipal de Santiago, 2015

¿Cómo te preparaste para ese rol?

Era la primera vez que cantaba en el Teatro Municipal y me costó prepararme. No tenía un orden para hacerlo. De hecho, un error que cometí fue que dejé para el último momento los finales y llegué a un ensayo sin habérmelos aprendido bien. Por suerte ese día sólo vimos el primer acto, así volví a mi casa a estudiar full el segundo y así llegué al otro día con todo perfecto.

Eso no lo sabes si nunca has trabajado en un teatro. Hay un trabajo profesional que te lo van dando las tablas, no la universidad. Si bien la universidad te entrega herramientas, te formas sobre el escenario; ahí es donde tú aprendes correctamente cómo llevar la vida de un cantante. Había crítica de la ópera que decía “el gran batatazo de la noche fue la soprano Yaritza Véliz cantando Zaida” y recuerdo que Carmen Luisa Letelier, mi profesora, me dijo: “La leí, pero no creas tanto esas cosas porque te falta mucho por trabajar”. Ese consejo lo tomo hasta el día de hoy.

Hace algunos meses terminaste un período de dos años de estudio en el Jette Parker Young Artists Programme de la Royal Opera House de Londres. ¿Cuáles fueron los principales aprendizajes de esta experiencia?

Cuando David Gowland [director artístico del Jette Parker Young Artists Programme] vino a hacer clases magistrales a Santiago y me escuchó, no alcancé a tener feedback con él porque yo estaba en las funciones de Jenufa. Nunca supe qué pensaba de mí, tampoco sabía que existía ese programa. Matías Moncada, que había tenido contacto con David, me avisó de las audiciones y, para probar, decidí participar, sin pensar que iba a quedar seleccionada. Mandé una grabación que me dio el Teatro. Sé que escuchan los videos sin nombre, y escogen a ciegas. Y quedé en el programa.

En la Royal Opera House

Quedé impactada, no conocía Europa y fui a Londres, una ciudad mágica. Al principio echaba mucho de menos. Lloré unas dos o tres semanas seguidas porque me quería devolver, era todo muy nuevo y yo no soy muy aventurera. Lo que más me costó fue el idioma; tuvieron que ponerme un traductor en el programa, por tres semanas. Y claro, no te puedes hacer amigos o nadie puede saber si eres graciosa porque no entiendes el idioma. Pero a medida que fui aprendiendo, tomé confianza, y aprendí que tenía que tirarme a la piscina y que si me equivocaba al hablar, me equivocaba no más, no había que tener miedo.

Uno de los grandes aprendizajes fue que hay que estudiar idiomas. Y también tener un nivel de profesionalismo muy alto. A pesar de que este era un programa de jóvenes talentos, no era de jóvenes que iban a aprender, sino de jóvenes talentos que se tienen que lanzar al escenario y trabajar tal como lo hace una Netrebko o un Kauffman; hay que hacerlo igual, al mismo nivel. Y tener todo antes de que te lo pidan: todo de memoria y bien analizado, sobre todo el análisis de personaje.

Debutaste en la Royal Opera House en junio de 2019 con el rol de Barbarina en Las bodas de Fígaro de Mozart. ¿Cómo fue cantar por primera vez en un escenario tan importante?

Yaritza Véliz como Barbarina en Las bodas de Fígaro. Royal Opera House 2019

Me había preparado mucho, porque el director era John Eliot Gardiner, que es especialista en Mozart. Cuando ya me habían dado el rol, él me llamó a dos audiciones porque no me conocía. La primera fue de un día para otro, en septiembre de 2018, y como iba a cantar Mozart, canté un aria de Zerlina en Don Giovanni porque lo había cantado en el Municipal recientemente. Me escuchó, me dijo que le encantó y que tenía una voz ideal para Mozart, “pero no es Barbarina”. Entonces, me citó a otra audición para cantar Barbarina y ahí decidiría si yo cantaba o no en la producción.

La segunda audición fue en su casa en diciembre y fui con David Gowland, que me acompañó en el piano. Cuando comencé a cantar, él empezó a dirigirme y yo lo seguí. El teatro me había dado la experiencia de trabajar con varios directores y aprender a seguirlos, que no es lo mismo que cantar solo con el piano. Y comenzó a sonreír y me dijo que le encantó. De hecho, me preguntó si había cantado María de West Side Story y me sugirió que audicionara para la producción que él dirigiría en el Festival de Edimburgo. No pude hacerlo porque no me calzaron los tiempos, pero fue gratificante que pensara en mí.

Yaritza junto a John Eliot Gardiner

Cuando ya estábamos trabajando, me daba consejos y se quedaba conmigo después de los ensayos. Y antes de las funciones, iba al camarín a saludarme y desearme suerte. Trabajar con él fue un gran desafío. Hubo una crítica que comentó: “El rol de Barbarina a menudo se deja para el final de la reseña, con una mención simbólica al aria del acto final, “Pin”. La cantante de Jette Parker, la soprano chilena Yaritza Véliz, cambia todo eso con un relato deslumbrante del aria, agregando también una presencia escénica real cada vez que estaba en el escenario”. Fue una experiencia que me dejó muy contenta.

Si pudiéramos hacer un antes y un después, ¿cómo enfrentabas un rol antes del programa Jette Parker y cómo lo enfrentas ahora?

Antes lo hacía con las herramientas que tenía, de forma simple, ahora profundizo mucho más. Una de las cosas que me enseñaron es que tengo que recitar los textos en mi idioma porque eso te ayuda a entender el contexto y sentirlo cercano. Trabajo mucho los personajes, busco experiencias que he vivido y que coincidan con las de personaje que voy a interpretar. Me gusta hacerlo bien y para eso también tengo que aprender a controlar, porque llega un punto en que te desbordas mucho. Aprendí el autocontrol al pararme en el escenario.

Para Mimí en La bohème, me apoyé en el libro en que está inspirada la ópera, el libreto original, la partitura para piano y la orquestal porque la música habla mucho. En La bohème hay música que anuncia a Musetta, a Marcelo y a Rodolfo y ahora puedo distinguirlo. Eso lo aprendí muy bien porque en el programa trabajé con directores de orquesta, con David Syrus y Antonio Pappano, quienes me enseñaron a descubrir esas cosas de las que no me daba cuenta.

¿Cómo te gustaría proyectar tu carrera?

Me cuesta dimensionar lo que pasa. Mis papás dicen: “La Yari sale en revistas, le hacen entrevistas, canta en teatros importantes, pero si la vieran en la casa, nadie creería que es cantante”.  Me gusta estar con los míos, me gustar estar en mi casa. Me encantaría hacer una carrera internacional, sobre todo para tener estabilidad, pero también necesito tener mis afectos cerca. Me cuesta ahora dimensionar mi futuro, pero Oliver Clark, mi agente, me apoya mucho, busca audiciones en todas partes, y gracias a Dios, me ha ido muy bien. Se vienen buenos proyectos y muchos de ellos ya se están concretando.

El camino es largo y sólo espero seguir concretando mis sueños que, hasta ahora, se han ido cumpliendo. No sé si me veo cantando en los mejores escenarios a nivel mundial, sino que quiero cantar lo que me gusta. Si me ofrecen una Mimí, Manon o una Traviata más adelante, lo tomaría independiente del teatro porque son roles que me gustan y que sé que voy a entregar un 100%.

Una vez, un buen amigo argentino me dijo: “Si la Royal Opera te ofrece cantar una Gretel y el Municipal de Santiago te ofrece una Mimí, estoy seguro de que te vas con la Mimí al Municipal”. Y es cierto, porque es un rol que me gusta.

Ya que mencionas La bohème, si pudieras elegir tú al director musical, director de escena, elenco y el teatro, ¿qué escogerías?

Elegiría al Teatro Municipal de Santiago, porque es mi casa y porque podría traer a mi familia a Santiago a verla. Escogería una producción de Emilio Sagi, porque me gustaría ver qué podría hacer él con Puccini. De director orquestal, Antonio Pappano, porque es el genio con Puccini, ama ese repertorio y ha hecho muchas veces La bohème. Si tuviese que escoger mi Rodolfo, sería Charles Castronovo. Para Marcelo escogería a Germán Alcántara, barítono argentino, porque lo he escuchado y lloro cada vez que lo escucho. Para Schaunard, elegiría a Ramiro Maturana y para Colline, a Matías Moncada. Musetta sería Pilar Garrido, porque la he escuchado y me gusta, y tiene esa chispa perfecta que le puede entregar a Musetta. Y si yo no fuese Mimí, escogería a Sonya Yoncheva.

Antonio Pappano y Yaritza


CUESTIONARIO DESDE LA GALERÍA

Un recuerdo de infancia: Mi primer concurso, el del osito de Telefónica, ¿del 188? Fue para un Día de la mamá y yo tenía alrededor de 5 años. Estaba con mis papás en el Santa Isabel de Coquimbo e hicieron un concurso para que los niños se atrevieran a cantar. Entonces fui porque ganarme el osito para mi mamá. Canté la canción “Mamá que linda estás”, con un micrófono al frente de mucha gente y me lo gané. Ese es uno de los recuerdos que tengo marcados en mi cabeza.

Tu primer amor artístico: Diana Damrau. Ella fue mi inspiración siendo chica, fue la primera que escuché y con ella me enamoré del canto y mucho más.

Una persona que admiras: Mi abuela Hilda. Ella es mi centro de todo, de mi vida; la admiro mucho. Admiro su fortaleza y el empuje, lo orgullosa que es y cómo enfrentó la vida. Ella crió a sus cinco hijos sola; mi abuelo se fue cuando mi tío más chico tenía un mes y mi mamá tenía 7 años. A pesar de su baja educación –no terminó el colegio– y de las condiciones de pobreza, sacó a sus hijos adelante, los crió con buenos valores, sin depender de un hombre. Siempre que vivo algo difícil o se empieza a derrumbar algo, pienso en mi abuela; si ella pudo, ¿cómo no voy a poder yo?

Tu obra de cabecera: La bohème. La amo. Mi versión favorita es la de Mirella Freni con Pavarotti. Es una de las que me vuela la cabeza.

Tu leitmotiv: La resiliencia. En esta carrera, va a haber momentos en que te va a ir súper bien y otros momentos bajos. Para lo momentos bajos, debes aplicar la resiliencia y saber superarlo.

Tu escenario ideal: Poder cantar los roles que más ame, que me apasionen, en diferentes partes, no importa dónde. Y para el futuro, una de las cosas que más quiero, es tener mi casa en La Serena, para que vivan mis papás con mi abuelita. Saber que están bien, que no están solos, con un gran patio y muchos animales. En el fondo, tener trabajo y poder ayudarlos. Ese es el escenario de vida que quiero.

Un secreto de tu ciudad: La caleta de Guayacán, que es donde vive mi abuelita y donde me crié. Cada vez que voy a Coquimbo me quedo ahí. Es chiquitita, está al lado de la playa El Cóndor, uno puede comerse una empanada. Me gusta mucho.

Yaritza junto a su abuela, Hilda

En tu pantalla: Anne with an E, es hermosísima, y estoy con depresión porque Netflix la canceló. Cada vez que la veía, lloraba. ¡Hasta me nació el deseo de adoptar con la serie! Ella es un poco exagerada, pero es por sus vivencias. Me gusta mucho la forma de ser de sus papás adoptivos, porque son muy opuestos. Y me gusta ella, Marilla, porque abre su mente cada vez más, les abre la mente a otros y van derribando el machismo.

+MUNICIPAL