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El Ballet de Santiago: Sucesiones, cambios y una búsqueda constante por el perfeccionamiento artístico

El pasado 13 de abril el Ballet de Santiago cumplió 63 años de existencia, tiempo en el que ha sorprendido y cautivado a los públicos y a la crítica especializada, gracias a su notable desempeño y perfeccionamiento técnico de sus artistas. Un camino constante en la búsqueda de la excelencia.

Fotografía del Primer aniversario del BAM, Año 1960. En la fotografía, Elba Rey,
Irena Milovan, Octavio Cintolesi, Nadia Lyubetic, Rosalia Zebrak, Ximena Hernández, Ivan
Yalcic, Katy Aguirre, Gastón Bravo, Patricio Guiloff, Anabella Roldán, Jaime Jory, María
Teresa Hernández. Colección de fotografías del Centro de Documentación de Artes
Escénicas.

El Ballet de Santiago fue creado en 1959 como Ballet de Arte Moderno por Octavio Cintolesi, quien tomó el  desafío de desarrollar la primera compañía de danza totalmente estable del Teatro Municipal de Santiago. Anteriormente, otros bailarines y compañías intentaron consolidar un cuerpo de baile, pero por diversos motivos, no fructificaron.

Jan Kaweski, quien llegó con el conjunto de la bailarina Anna Pavlova, fue el primero en instaurar una compañía de ballet que funcionó más de 20 años. Gracias a Kaweski, en la década del 40, llegaron dos grandes figuras a Chile a hacer escuela: Vadim Sulima y Ernst Uthoff.

Mientras el primero creó escuela en la Universidad de Chile, Vadim Sulima, junto a su esposa Nina Sulima, llegaron al Municipal como herederos de la labor de Kaweski. Y en 1949 crearon el Ballet Clásico Nacional que duró por casi 10 años, hasta que en 1958 finalizó por diversos problemas de financiamiento.

Vadim y Nina Sulima. Colección de fotografías del Centro de Documentación de
Artes Escénicas.

Después de esto, el Municipal de Santiago comenzó la búsqueda de un nuevo director para crear una compañía totalmente estable para la institución. Así llega Octavio Cintolesi, ex alumno de Ernst Uthoff y de la Escuela de Danza de la Universidad de Chile. Cintolesi, recién llegado de una prolongada estancia en Europa, tenía muy clara la línea artística que quería desarrollar y para ello, apoyado por su esposa Irena Milovan, abrió una escuela de
danza marcada por el serio trabajo técnico y de acondicionamiento físico e influenciado por el ballet neoclásico francés, mezclado con la vanguardia de los años sesenta.

De esta forma, nació el Ballet de Arte Moderno y luego de unos provechosos primeros años de vida, en 1965 cambió su nombre a Ballet Municipal de Santiago, expresión tangible del inicio de su vida como cuerpo estable de la Corporación Cultural de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Un año después, el fundador Cintolesi abandonó su dirección y desde ese momento, la compañía ha tenido a lo largo de su carrera destacados directores.

 Fotografía de Octavio Cintolesi dirigiendo ensayo de ballet en el Teatro Municipal.
Colección de fotografías del Centro de Documentación de Artes Escénicas.

Inmediatamente después de la salida de Cintolesi, de 1966 a 1967, asumió la dirección de la compañía y de la Escuela de Ballet, el coreógrafo y maestro de baile estadounidense Charles Dickson. Bajo su dirección la compañía pulió su técnica y se consolidó en el repertorio académico clásico.

Entre 1968 y 1969, la dirección fue asumida inicialmente por Blanchette Hermansen, y luego por Norman Dixon. Poca es la información alrededor de ambos directores, pero se tiene certeza de que mantuvo la técnica clásica.

A comienzos de los años 70, la compañía tuvo dos directores formados en la escuela soviética rusa de danza clásica, que impregnaron en la compañía profesionalismo y homogeneización de técnicas. Es así como la maestra Genovaite Sabaliuskaite asumió la dirección del conjunto entre 1970 y 1971, para posteriormente ser reemplazada por el maestro Alexander Prokofiev, entre 1972 y 1973.

Charles Dickson, Genovaite Sabaliuskaite, Alexander Prokofiev.

En 1974, de modo provisorio, fue llamada nuevamente a dirigir la compañía Blanchette Hermansen. Luego, entre 1975 y 1979, la sucedió en su rol Rosario Llansol. La contratación de esta última constituyó un hito por ser la primera vez que una figura formada al interior del Municipal, alumna de Cintolesi, llegó a un puesto directivo.

A inicios de 1980, Octavio Cintolesi regresó a Chile y Rosario Llansol le entregó el mando de la agrupación por un segundo periodo. Cintolesi llegó a la agrupación con intenciones de renovar la compañía y de este modo, gestionó la contratación de talentosos bailarines como la uruguaya Sara Nieto y realizó la producción de obras de estilo moderno y experimental. Sin embargo, el segundo mandato de Cintolesi fue más breve, duró sólo un
año.

Rosario Llansol

Entre 1981 y 1982 los esfuerzos por dirigir, y resistir al cierre de la agrupación, recayeron nuevamente sobre alguien formada en casa. Luz Lorca, también alumna de Cintolesi, fue en gran parte la encargada de guiar y gestionar la búsqueda de un nuevo rumbo para la compañía, preparando al conjunto para la llegada de una dupla de maestros extranjeros que darían nuevo aire y vitalidad al actual Ballet de Santiago: la pareja conformada por Iván Nagy y Marilyn Burr.

El gran conocimiento práctico y teórico que Nagy y Burr tenían sobre el ballet, sumado a su enorme red de contactos internacionales y su apasionada búsqueda de la excelencia, llevaron a la compañía a un nuevo nivel interpretativo y hacer que ésta accediera al reconocimiento internacional. Nagy se propuso explorar en áreas diferentes, sacarla de su
zona de confort e incrementar considerablemente el repertorio de la compañía, incluyendo y estrenando obras de coreógrafos como John Cranko, Ben Stevenson, Kenneth MacMillan, entre otros. Además, llevó a la compañía a la internacionalización y en 1986 el Ballet de Santiago viajó Estados Unidos, donde se presentó con gran éxito
entre el público y la crítica en el City Center de Nueva York, donde interpretaron Rosalinda de Ronald Hynd, una de las obras insignes de la era de Iván Nagy.

 Los destacados bailarines Marilyn Burr, Ben Stevenson, Ivan Nagy y Sara Nieto en
sala de ensayo. Colección de fotografías del Centro de Documentación de Artes Escénicas.

A su regreso Nagy y Burr, deciden partir de Chile y la compañía pasó a manos de Dennis Poole, quien permaneció en la dirección entre 1986 y 1989. Bajo su guía la compañía mantuvo su bien ganado prestigio otorgado por Nagy, se propician giras por Sudamérica y se organiza el Primer Festival de Coreógrafos Chilenos.

Hacia fines de 1989 Dennis Poole dejó la dirección y es sucedido por el húngaro Imre Dosza, quien permaneció en el cargo por sólo algunos meses. Posterior a la salida Dosza, nuevamente la agrupación quedó a cargo Luz Lorca.

En este periodo, la principal propuesta de trabajo de la maestra Lorca consistió en forjar una identidad para la compañía. Bajo su dirección, se continuó con el Festival de Coreógrafos Chilenos y se desarrollaron giras al extranjero, de las cuales destacan su primera presentación en Europa, en ciudades como Sevilla y Budapest, en 1992.

Luz Lorca. Colección de fotografías del Centro de Documentación de Artes
Escénicas.

Además, en este periodo, la compañía estrena El pájaro de Fuego, una creación especial de la destacada ex bailarina, coreógrafa y directora del Ballet de Stuttgart Marcia Haydée, lo que marcaría una venidera colaboración, pues en 1993 Haydée aceptó compartir la dirección de las compañías del Ballet de Stuttgart y el Ballet de Santiago, lo que se proyectará hasta 1995.

Ya en 1996 se concretó el regreso de la dupla conformada por Ivan Nagy y Marylin Burr. En esta nueva etapa al mando, Nagy optó por el perfeccionamiento técnico y la excelencia interpretativa y dio relevantes pasos hacia la modernización y renovación de la compañía en términos administrativos. Durante estos años, se mantuvo un exigente ritmo de presentaciones, interpretando títulos que abarcaban desde el ballet romántico, hasta piezas neoclásicas e incluso modernas. Adicionalmente, ocurren dos grandes avances para la compañía. Primero, la compra de derechos del ballet Manon de Kenneth MacMillan; y segundo, la iniciativa de enviar al entonces bailarín Pablo Aharonian, a Inglaterra para convertirse en el primer sudamericano en adquirir formación como coreólogo. Esto último tuvo un fuerte impacto en la compañía, posibilitando y facilitando la conservación y
recuperación de repertorio.

Ivan Nagy. Colección de fotografías del Centro de Documentación de Artes
Escénicas.

A pesar del innegable aporte de Ivan Nagy, su salida definitiva se dio en el año 2000 y tras esto su cargo fue ocupado, hasta el año 2003, por el colombiano Ricardo Bustamante, que recibió a una compañía renovada y con nutrido repertorio.

Luego de conversaciones y habiendo dejado ya su rol en el Ballet de Stuttgart, en 2004 Marcia Haydée asumió nuevamente como directora del Ballet de Santiago. Este es el comienzo de una nueva era para la compañía, en la que consolida su rol de embajadora cultural, además de su primacía interpretativa, perfeccionando ante todo, la capacidad dramática de sus bailarines y versatilidad.

Marcia Haydeé

En relación a la visión de Haydée de potenciar la presencia internacional de la compañía, se realizaron importantes giras al exterior: En el 2005, Haydée y la compañía se presentaron en la Bienal de Danza de Venecia y en el Festival Cervantino de Guanajuato en México. Más adelante, en 2013, la compañía realizó una exitosa gira a China, donde se presentó en escenarios de Wuhan, Beijing y Wuxi. En cuanto a redes latinoamericanas, Haydée llevó a la compañía a presentarse en países como Brasil, Colombia, Argentina y Uruguay, entre otros.

Luis Ortigoza

En 2020, Marcia Haydée dejó la dirección de la compañía, dejando lo que, en palabras de Susana Ponce de León, constituye su principal legado: “En el escenario hay que dar todo de sí, sin miedo y en total libertad”. Desde 2021, Luis Ortigoza, ex bailarín estrella de la compañía y coreógrafo argentino-chileno, asumió la dirección artística del Ballet de Santiago, comenzando así una nueva etapa en la historia de la agrupación.

El Ballet de Santiago durante sus años de vida y con su destacada trayectoria nacional e internacional ha contribuido, junto a directores, bailarines, maestros de danza, pianistas, equipo técnico y médico, a relevar la historia de la danza en nuestro país.

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