Probablemente ya viste o ya tienes tus boletos para el tercer concierto de nuestra temporada presencial 2021. ¿No? Acá te contamos las 4 razones para no perderte el Concierto 3: Contrastes y por qué tienes que correr a comprar tus entradas para este espectáculo dirigido por Rodolfo Fischer, donde la Orquesta Filarmónica de Santiago abordará el Equinoccio, de L. Alexander; el Concierto para trompeta, de J. Haydn; y la Sinfonía N. 2, de J. Brahms.
1. Los albores de la trompeta contemporánea
En sus inicios, la trompeta lucía muy diferente a la que actualmente conocemos. Si bien hoy reconocemos su forma compacta y con tres pistones, al menos hasta comienzos del siglo XIX, su estructura más común fue la de una trompeta natural, es decir, un tubo largo con solo una boquilla y pabellón, cuyo único mecanismo de funcionamiento era la técnica del intérprete. Esto implicaba que la trompeta fuese un instrumento con algunas restricciones en términos musicales: poseía un rango de notas acotado, no podía ejecutar transiciones cromáticas y, principalmente, su carácter melódico se restringía al segmento agudo de su registro.
Esto comenzó a cambiar hacia fines del siglo XVIII, cuando distintos trompetistas y fabricantes empezaron a indagar en la posibilidad de transformar el mecanismo de este instrumento. Uno de los precursores de estos nuevos prototipos fue el trompetista virtuoso Anton Weidinger. Este intérprete desarrolló un novedoso modelo de trompeta con agujeros, los que cubrió con llaves semejantes a las que encontramos en un instrumento de viento de madera. Durante el paso del siglo XVIII al XIX, Weidinger promovió su invento ejecutándolo él mismo en diferentes eventos públicos.
Con el fin de demostrar las expandidas posibilidades y recursos que este instrumento traía consigo, el virtuoso encargó conciertos solistas a algunos de sus amigos compositores, entre los que se cuentan Johann Nepomuk Hummel y Franz Joseph Haydn, quien creó para él el Concierto para trompeta en Mi bemol Mayor que podremos escuchar en el siguiente programa de la Filarmónica de Santiago.
2.Un célebre trabajo… completado en un verano
A pesar de haber destacado por su talento musical desde muy temprana edad, Johannes Brahms se caracterizó por ser un compositor muy perfeccionista y autocrítico. Así, si bien durante su juventud produjo una gran cantidad de obras de cámara y de pequeñas proporciones, sus primeros ensayos en las formas mayores como conciertos o sinfonías tardaron bastante en materializarse y fueron sometidos a numerosas revisiones.
En este sentido, resulta paradigmático el caso de la Sinfonía n.º 1 en Do menor, op. 68. Si bien los primeros bocetos de esta composición datan del año 1855, Brahms tardó un total de 21 años en completarla. Entre revisiones, reversiones y cambios en la orquestación, esta terminó por presentarse públicamente, por primera vez, el 4 de noviembre de 1876. Con este antecedente, resulta impresionante que, en su segunda incursión en el género sinfónico, Brahms haya invertido solo un par de meses antes de dar por finalizada su obra.
La motivación para componer la que sería su Sinfonía n.º 2 en Re Mayor, op. 73 llegó durante una visita a un balneario. Probablemente haya sido el bello y calmo paisaje lo que lo motivó a completar esta nueva sinfonía, muy diferente a su predecesora. Mientras la Primera sinfonía es épica, heroica y expansiva, la Sinfonía n.º 2 destaca por su sonoridad liviana, personal, agridulce y casi bucólica. Esta obra, que fue estrenada en Viena el 30 de diciembre de 1877, fue aclamada por la crítica y se convirtió rápidamente en una de las sinfonías más populares del catálogo de su compositor.
Johannes Brahms
3.Presencia de una mujer compositora
Tradicionalmente el canon musical académico ha construido la figura del creador de música docta como un sujeto masculino, blanco y europeo. Haciéndose eco de ello, hasta hace muy pocas décadas, en términos generales, las principales instituciones culturales, tanto chilenas como extranjeras, proponían temporadas de conciertos pletóricas de nombres de compositores hombres, quedando la música de creadoras mujeres invisibilizada por el peso de la tradición.
No obstante, hace ya algunas décadas, se ha reconocido la importancia de otorgar mayor espacio al estudio, rescate y puesta en valor del patrimonio musical creado por mujeres. En línea en el Concierto 3 podremos presenciar la interpretación de un trabajo escrito por una de las compositoras chilenas más reconocidas del siglo XX. Particularmente, la Orquesta Filarmónica de Santiago ejecutará la obra Equinoccio de autoría de la artista polaco-chilena Leni Alexander, destacada compositora de la escena musical académica y de avanzada de la segunda mitad del siglo pasado.
Dueña de una estética personal influida por distintas corrientes de líneas atonal, electrónica e incluso aleatoria, la poética de Alexander resulta muy llamativa aún para oyentes contemporáneos. Compuesta en 1962 en El Arrayán, Chile, y dedicada a su, en ese entonces, esposo Ernst Bofenhöfer, Equinoccio es una de las aproximadamente diez piezas para orquesta que Alexander completó en su carrera. Esta obra colorida, textural y más bien contemplativa fue estrenada en el Teatro Colón de Buenos Aires en 1962 y luego, la premier en suelo nacional tuvo lugar en 1966 a cargo de la Orquesta Sinfónica de Chile bajo la batuta de Juan Pablo Izquierdo.
Leni Alexander
4.Música de tres siglos diferentes
El programa del Concierto 3 posee la particularidad de aunar obras de estéticas contrastantes, compuestas en tres siglos diferentes. Una pieza clásica paradigmática, el Concierto para trompeta de Joseph Haydn fue compuesto en 1796, colgando del siglo XVIII. Características como su equilibrio formal, su cuidadoso trabajo temático y la claridad de sus estructuras, motivos y secciones representan de manera excelente las preocupaciones sobre el estilo y la factura que distinguieron a las creaciones del Clasicismo musical, del cual Haydn fue uno de sus mayores exponentes.
Por otro lado, la Segunda sinfonía de Johannes Brahms refleja de forma clara la estética de la escuela vienesa y de Leipzig de mediados del siglo XIX. Entroncada en una tradición clásica que abogaba por un dominio técnico del contrapunto y las formas instrumentales, la Sinfonía n.º 2 conjuga estos aspectos con un desarrollo discursivo, expresivo y motívico que solo puede ser descrito como romántico.
Por último, Equinoccio de Leni Alexander aparece como un producto claro de la composición latinoamericana de las décadas de los 1950-1960. Si bien fue compuesta al regreso del primer viaje a Francia realizado por su creadora, momento en el cual contactó con las principales tendencias europeas de avanzada, Equinoccio se distingue como una obra de breve extensión, en la que lo principal es el trabajo sobre distintos grupos orquestales, que hacen que el sonido aparezca dispuesto como materialidad en primer plano.
Joseph Haydn